
Aquella tarde en el Tempo
Tengo que organizarme un poco mejor para que me dé tiempo a contar las cosas chulas que nos pasan.
Ha pasado casi un mes del último concierto que hicimos en Madrid, en la sala Tempo y hoy me ha dado por pensar en lo que fue la previa del concierto.
Llegamos a la prueba de sonido y resultó que el escenario estaba ya montado, eso no suele pasar y mola porque te quita mucho tiempo de espera. Además, la sala estaba como muy limpia y bien aclimatada, que puede parecer una gilipollez, pero yo que me preocupo por el bien estar de mi gente, me gustó eso.
La prueba de sonido fue breve y precisa.
Nos quedaba una hora, la idea era preparar “el catering” en el camerino, pero dada la buena tarde de primavera que hacía, decidimos sacar la comida al parquecillo que hay enfrente de la sala. Yo soy muy de parques, de chaval con los colegas me pasé mil horas en ellos, y ahora estos años, desde que soy padre, ni te cuento.
La tarde estaba preciosa, Ángel fue a por algo de beber el Carrefour y yo preparé en un banco los sandwiches, las patatillas y los frutos secos, Campi le pedía la lista de invitados a Daniela para apuntar a alguien, Manu elegía con cuidado un sándwich y Lene preparaba la cámara de fotos.
Fue entonces que, como por goteo, empezó a aparecer gente querida. No recuerdo el orden, ni es importante. Llegó Maitena, apareció Hiram con un colega, que se pegan unas excursiones en trasporte público desde Torrejón, que flipas. Llegó Toni Brunet, que es nuestro productor y nos hacía mucha ilusión que viniera. Llegaron también Luka e Irene.
Como el parque es una plaza la gente podía aparecer un poco por cualquier lado, me gustó mucho el hecho de verles llegar, era como que todo el mundo venía con tiempo y tranquilos.
Llegó Juan Fernández Fernández, como buen músico, con la guitarra a la espalda. Carlos Recio apareció con César, venían hablando de sus cosas. Llegó Gonzalo Benito, al que hacía mucho tiempo que no veía. Llegó Andrea, Patri con su madre, Rocío y Fernando.
Digamos que convertimos el parque en un camerino gigante. Fue un rato precioso, lo disfruté muchísimo, por diferente y especial.
A mí se me llegó a olvidar que teníamos que tocar. Llegué a sentir pereza por el concierto, con lo bien que estábamos fuera…
El caso es que entramos en el Tempo, y al rato entró la gente, había muchísima gente.
Yo no sé qué pasó ahï, pero nos salió el mejor concierto de nuestra vida.
Eso ya casi os lo cuento mejor en otro post.
¡Muchos besos para todos!
¡Y gracias por estar ahí siempre!
Alberto