Interior del estadio Vicente Calderón

Aquellas entradas para ver a los Rolling Stones

Ayer pasó que fue el día del padre y también pasó que en un diario digital leí una noticia relacionada con la venta de entradas del próximo concierto de los Stones en Madrid. Todo esto junto me hizo recordar una historia muy guay que me apetece contaros.

En el 2003 vinieron los Stones a tocar en el Estadio Vicente Calderón, que en paz descanse, y yo que tenía 19 años estaba como loco por verles por primera vez. Creo recordar que para intentar conseguir entrada fui a una sucursal de ‘Halcón Viajes’ el día que salían a la venta, pero no hubo manera porque se cayó el sistema y tal.

Las entradas se agotaron ese mismo día y yo me quedé con cara de tonto.

Unas semanas después ocurrió que por motivo del centenario del Atlético de Madrid, que se celebraba aquel año, anunciaron que había no sé cuántas entradas a la venta para socios del Atleti y que las pondrían a la venta en las taquillas del estadio tal día.

Iba a estar difícil conseguir entradas, teniendo en cuenta que yo no era, ni conocía a ningún socio del Atleti, pero aquella mañana de domingo, muy fría si no recuerdo mal, allí nos plantamos en la cola, yo y mi padre que tuvo el detalle de acompañarme.

Aquella cola no avanzaba y estar allí esperando no parecía tener mucho sentido. Mi padre me dijo que me quedara donde estaba que él iba a acercarse a la zona de las taquillas a ver si conseguía algo de información o algún carné de socio de alguien. Pude verle a lo lejos hablando con unos señores que llevaban gorra y riñonera. En seguida volvió y me dijo, ‘venga vámonos, no hay manera’ .

Triste, en el coche de vuelta a casa, recuerdo pensar que había perdido la única oportunidad de ver a los Stones, puesto que eran ya mayores y no tardarían en morir (jajaja)

Al llegar a casa era ya la hora de comer, nos sentamos mi padre, mis tres hermanos pequeños y yo en la mesa, y mi madre se dispuso a servir la paella. ‘Alberto dame tu plato que te eche’, levanté el plato y descubrí sobre la mesa… ¡dos entradas para el puto concierto de los Rolling Stones!

Se desató la euforia.

Resultó que aquellos señores con gorra y riñoneras del Calderón eran reventas y mi padre no se iba a ir de allí sin una entrada para que yo pudiera ir a ver a mi grupo favorito, costara lo que costara.

Curioso que 20 años después recuerde mejor y con con más cariño lo que pasó aquella mañana que el concierto en sí, que estuvo guapísimo.

Suerte de padre que me ha tocado. Ahora soy padre yo y tengo el listón altísimo.

Habrá que verme a mí cuando llegue el momento, porque lo de gastarme una pasta en unas entradas para un concierto, vale que vale, pero lo de madrugar un domingo… no sé yo.